sábado, 19 de mayo de 2007

Ador

Sandra Sanjuan/ Gemma Juan

Después de daros a conocer hace dos semanas los distintos senderos que poseía el municipio de Ademuz, vamos a pasar a conocer el pueblo de Ador.

Ador pertenece a la comarca de La Safor, provincia de Valencia, a 5 Km. de Gandia. El término ocupa una extensión de 14 Km. y está dividido en dos partes, debido al enclavamiento de la zona montañesa de la sierra de Marxuquera, con una elevación máxima de 220 m.

Tiene como alcalde al señor Juan Vicente Estruch, perteneciente al PP y consta de 9 concejales, lo justo para un pueblo de 1398 adoreros, que así es su gentilicio. Tienen como idioma el valenciano, propio de nuestra Comunidad. La mayoría de los habitantes se dedican exclusivamente al sector servicios (38%) aunque un 29% es agrícola.

El topónimo de Ador parece de origen musulmán y significa “turno de riego”. Al término se ha encontrado una importante villa romana, (La Casa de l´Alfàs); también es una de las pocas zonas de la comarca en la que encontramos yacimientos visigodos.

Es un pueblo de montaña a la falda del Ventura que ofrece un trazado general longitudinal muy tortuoso.

¿Qué podréis encontrar?

Pues para empezar, Ador cuenta con espacios naturales, como por ejemplo, la sierra de Ador; es una alineación montañosa poblada por pinos y matojos que separa el macizo de la Safor. Enclavados en esta sierra, encontrareis parajes de gran belleza como el Barranco y la fuente de Lloret.

También está la Cueva del Barranco del Figueral donde se encuentran restos arqueológicos que pertenecen al neolítico, entre los cuales destacan puntos de flechas, grandes collares y restos humanos.

Para los que prefieran los monumentos o edificios de interés, pueden decantarse por visitar la Casa de l´Alfàs; es un edificio rural situado a medio kilómetro del sudeste de Ador, que se levanta sobre un subterráneo de una villa romana. En su huerta se han encontrado restos romanos además de haber sido utilizado como depósito de herramientas agrícolas.

Podréis visitar además, la Iglesia de la Madre de Dios de Loreto; posee una estructura de final del siglo XVI con fachada reconstruida en el año 1858 y el campanario de 1958. En el año 1574 fue convertida en parroquia por Juan de Ribera. Las pinturas de su interior pertenecen a la escuela de Juan de Juanes.

Y por último tenemos la Ermita de San José (Santísimo Cristo del Amparo); durante las fiestas patronales se celebra una procesión nocturna que tiene como punto final la Ermita. Esta es de origen medieval, y su actual estilo pertenece al barroco valenciano del siglo XVIII.

Por lo que a gastronomía se refiere, cabe nombrar la fuerte tradición apicultora que da como producto una miel de gran calidad. Además, recomendamos la degustación de los platos típicos, como son el puchero y la paella junto con el pan bendecido por San Antonio y los dulces navideños.

Para los más festeros decir que durante la primera semana de Agosto se puede disfrutar de las festividades de la Divina Aurora, donde se celebran procesiones, pasacalles, comidas en la calle y verbenas.

Además, destaca la tradición deportiva de la Pilota Valenciana en la modalidad de “raspall”, que se juega durante todo el año en las calles de Ador.

Así que ya sabéis chicos, si queréis disfrutar de un magnífico día de senderismo, no dudéis en ir al municipio que os dimos a conocer la semana pasada, Ademuz. Si en cambio, lo que queréis es un día más cultural donde conocer iglesias y ermitas, deberéis ir a Ador.


jueves, 3 de mayo de 2007

Ademuz

Gemma Juan y Sandra Sanjuán


Esta semana hablaremos de un municipio que por desgracia es muy poco conocido entre la población: el Rincón de Ademuz.

El Rincón de Ademuz es uno de los parajes rurales más bellos de la Comunidad Valenciana, una comarca accidentada, enclavada entre las provincias de Cuenca y Teruel y cruzada por el Turia. Pertenece a la provincia de Valencia y está situada exactamente al noroeste de la Comunidad Valenciana. Constituye un nudo de comunicaciones natural entre las tres comunidades autónomas a las que estas provincias pertenecen. Por este motivo, la extensa red viaria que la atraviesa permite una comunicación privilegiada con los territorios adyacentes y con el resto de España.

El principal rasgo diferenciador de estas tierras es precisamente su situación geográfica: la comarca está separada del resto de la provincia de Valencia por una franja de 15 Km. y tiene una superficie de 100.40 Km. cuadrados.

Los medios de comunicación de los que dispone la comarca en la actualidad podemos decir que son suficientes, si tenemos en cuenta la escasa población que posee.

Existen tres líneas regulares de autobuses:

La de Casas Bajas-Teruel enlaza la comarca con esta capital mediante un servicio diario tanto de ida como de vuelta.

La de Valencia que comunica la comarca con la capital provincial mediante dos servicios diarios de ida y vuelta: Castielfabib-Valencia y Torrebaja-Valencia.

La línea Barcelona-Cuenca que comunica diariamente la comarca con estas dos capitales.

Desde Valencia, se accede a esta población a través de la CV-35 para enlazar con la N-330 que a su vez la une con Teruel y Utiel.

La comarca del Rincón de Ademuz está constituida por siete municipios: Ademuz (capital comarcal), Casas Altas, Casas Bajas, Castielfabib, Puebla de San Miguel, Torrebaja y Vallanca que junto a las aldeas que alguno de los municipios poseen, conforman un total de 17 núcleos poblacionales habitados en la actualidad. A pesar de esta cantidad de núcleos habitados la población total de la comarca apenas supera los 3000 habitantes, lo que nos puede dar una idea del tamaño medio de estos núcleos si además consideramos que más de mil habitantes (exactamente 1197) se hallan concentrados en la población de Ademuz.

En cuanto a su historia, brevemente diremos que en 1210 se produjo la toma de los castillos de Ademuz y Castielfabib por parte del rey Pedro II, padre de Jaume, pero no fue hasta 1260 cuando pasó a pertenecer al entonces Reino de Valencia.

Si de algo se caracteriza Ademuz es por sus ríos, sus paisajes, su fauna y su vegetación.

Empezaremos hablando de sus tres cursos de agua permanentes:

El río Turia, y sus afluentes el Ebrón y el Bohilgues, forman un ecosistema fluvial que se puede catalogar entre los mejor conservados de nuestra Comunidad. A la pureza de aguas hay que añadir una interesante formación vegetal de ribera compuesta en su extracto arbóreo mayormente por álamos, chopos, olmos, carrascas…

Con respecto a la fauna es muy variada, desde los ecosistemas fluviales en los que podemos encontrar nutria, tejón, turón o polla de agua hasta los bosques en los que encontramos ciervos, jabalíes, conejos, ardillas o garduñas; pasando por las zonas esteparias, cerealistas o de sotobosque donde encontramos perdices, codornices, liebres, cuervos, cornejas, grajas… sin olvidarnos de las rapaces como las águilas reales, culebreras, cernícalos…

En cuanto a los productos autóctonos Ademuz cuenta con una rica y variada gastronomía típica entre los que cabe destacar las gachas (de trigo o maíz), el arroz empedrado, el puchero de pueblo, las migas, los asados y una gran variedad de pastas y dulces.

Además cuenta con gran cantidad de productos de calidad como la miel o las hortalizas, algunas de los cuales son autóctonos como las diversas variedades de la manzana. Destacan: esperiega, miguela, normanda, garcía, comadre, ricarda, etc.

También los tomates del terreo, la variedad de setas comestibles o diferentes tipos de plantas aromáticas y medicinales.

La principal actividad económica de El Rincón de Ademuz ha sido tradicionalmente, por tanto, la agricultura. En cultivos de secano la comarca es rica en cereales, olivos y almendrados; en la huerta destacan las manzanas, como hemos dicho anteriormente, el maíz, la alfalfa, las patatas y las hortalizas.

En ganadería cabe destacar el predominio del ganado lanar, ya que el caballar y el mural, antaño abundantes, han ido desapareciendo con la mecanización del campo.

El sector industrial, aunque pausadamente, va tomando impulso en El Rincón. La construcción se va asentando como la principal fuente de empleo e ingresos, coexistiendo con producción de turrón y madera, principalmente.

El clima de la comarca (a una altitud media de 825 m), aunque definido como de tipo mediterráneo, tiene una clara influencia continental, marcado por los rigores del frío invernal y la sequedad del calor veraniego, así como las típicas oscilaciones de las temperaturas diurnas y nocturnas.

Destacan diversos senderos de pequeño recorrido del Rincón de Ademuz como la Ruta de la Cruz de los Tres Reinos, la Ruta de Cavanillas, la Ruta del Ebrón y del Rodeno y así hasta llegar a 8 rutas diferentes.

Con respecto al patrimonio artístico, en Ademuz destaca la ermita de la Virgen de la Huerta, fundada por Jaime I, según la tradición, románica, aunque modificada en el siglo XVII. En Ademuz, también hay una excelente iglesia del XVIII. En ella hay una tabla de La Virgen de la Leche, de escuela valenciana, previsiblemente siglo XV.

Además también posee un castillo y la ermita de S. Bárbara, en lo alto del pueblo en ruinas (necesita restauración parcial).

En cuanto a los monumentos civiles consta del casco urbano, La Villa de Ademuz es de calles pinas estrechas. La plaza Mayor con los clásicos balcones de madera resguardados por saliente aceros.

El mes de Agosto es por excelencia mes de fiesta en la comarca. Las fiestas patronales de los municipios llenan de toros y verbenas el verano.

Un destino, sin lugar a dudas, donde el visitante encontrará enormes posibilidades de disfrutar de la naturaleza y del tiempo libre debido a sus hermosos paisajes, su fauna…

Para ello consta de distintos hoteles, hostales y pensiones para alojarse (alojamientos rurales/albergues), restaurantes, camping, campamentos, zonas de acampada, actividades complementarias (senderismo, paseos a caballo, piragüismo...)

Además de todo esto y para completarlo, existen polideportivos y piscinas en todos los municipios, con sus correspondientes merenderos, además de una extensa red de bares, pubs, etc.

La cruz, el moro rico y el cristiano pecando

Gregorio J. Fernández


El nacer de mayo humedece, cada año, las calles de dos lugares de la Región de Murcia con la misma neblina de euforia y con las mismas gotas de miles de cubatas derramados. Son dos localidades enfrentadas por la distancia, desconocidas entre ellas, aunque similares en lo peculiar de las fiestas de moros y cristianos. Caravaca de la Cruz y Abanilla, oeste y este del territorio murciano, celebran esta primera semana de mayo las fiestas en honor a su santísima vera cruz.

La fiesta comienza semanas antes en cada uno de los barrios donde se encuentra la cochera de reunión de cada bando. Es aquí donde los participantes de los posteriores desfiles se visten con sus elaborados trajes. Las vestimentas pueden superar en ocasiones grandes sumas de dinero, puesto que van acompañadas de complementos que destacan por la cantidad de detallitos que los componen. Sin embargo, la suma de complementos aportados año tras año ha convertido a trajes simples de carnaval en lujosos tronos de orfebrería y confección. Si bien antes el moro se conformaba con una túnica blanca, ahora lleva la joyería a sus espadas y si antes el cristiano medieval era representado con una espada y unas medias, ahora se ha convertido en el primo multimillonario del rey Arturo. Incluso, la propia pasión por ser el más original en su vestimenta ha llevado a degenerar el propio estilo del cristiano que bajó de las montañas cántabras a expulsar a los árabes de su Al-Ándalus, ya que ahora se pueden ver cristianos vestidos de vikingos –con sus cuernos y todo- y a moras vestidas de novia. No sería raro que se oyese entre los compañeros de grupo planeando las fiestas del año que viene: “Yo el año que viene salgo vestido de Fernando Alonso ¿y tú?”

Desde el primer momento que el participante se coloca su dorada y metalizada sotana, el vaso de cubata se adhiere a la palma de su mano pasando a formar parte del conjunto del vestido. El “no parar” se convierte en el primer mandamiento de la Biblia o el Islam de los miembros de cada bando, llegando a niveles de euforia muy cercanos al vómito. El climax de la fiesta llega cuando los músicos comienzan a tocar el repertorio de marchas moras o cristianas que el grupo ha pedido de antemano, aunque al final la alegría de los medievales se desata cuando comienzan a oír las populares notas del pasodoble “Paquito, el Chocolatero” de Gustavo Pascual Falcó.

El final del desfile llega con las últimas y desesperadas, y por ello, desafinadas notas de la banda o charanga que tuvo que soportar las locuras de aquellos “hombres y mujeres pegados al cubata” y la lluvia, puesto que en la edad media no hay obstáculo que impida a los vikingos salir a navegar. Es entonces cuando el ambiente de jolgorio moro-cristiano se une a la exaltación beata de la adoración a la cruz. Tanto en Caravaca como en Abanilla dicho objeto merece un altar en las más seguras vitrinas municipales y los besos del párroco entusiasmado por tocar una parte de lo que dicen fue la cruz donde murió Jesús de Nazaret.

Cuando uno visita estas particulares fiestas se lleva en el cuerpo unas ganas ascendentes de juerga y en la mente un millón de dudas generadas por la controversia de las actitudes de sus participantes. Dudas que, quizás, pueden llegar a convertirse en un futuro más inteligente en anécdotas de las locuras que hacían cuatro locos por una cruz, un moro por las joyas de su traje y un cristiano por el vaso que había quedado pegado a su mano.